Shamisen
Me levanto sobre las ocho de la mañana. Preparo el té, me ducho, preparo la partida y salgo al frío en bicicleta. Las manos se endurecen y un dolor que parece va a romperme los dedos se instala en los huesos. Llego al conservatorio, isla protegida por la cultura del miedo, al segundo día del curso de percusiones y canto japoneses.
Cantamos una vieja canción de pescadores, tocamos el poderoso tambor, y me dedico con fervor al lujoso SHAMISEN. Un instrumento complejo a pesar de su sencillez armónica: tres cuerdas (do-sol-do). Caja de resonancia de cuero de perro, cuerdas de seda, accesorios de oro, marfil, concha de tortuga, maderas antiguas y preciosas, jade. Y así pasamos la mañana, hiriendo el tambor con tantos golpes, oyendo el canturreo de la flauta de bambú, y mi shamisen.