miércoles, mayo 26, 2004

Justo en el centro de la diversión no hay seres más proclives al llanto que las mujeres y los niños; pasan de la risa a los sollozos como si se tratara de un continuo, casi como si fuera algo inevitable. A lo mejor no entendemos ni la risa ni las lágrimas; y quizá la suerte que uno puede tener con las muchachas cuando sabe hacerlas reír no les cause alegría.