sábado, marzo 29, 2003

Peor que la tristeza continuada es la indecisión cobarde; en eso consiste el martirologio del ácrata. Justo porque tiene principios en los que cree no puede evitar violarlos. En los abruptos atentados contra sí mismo no busca la transformación ni el desplazamiento de sus normas morales, sino el escarnio. Su deshonestidad, si la hubiere, sería la aparente incongruencia entre sus acciones y su pensamiento. Pero pensar, decir y actuar son cosas muy diferentes. ¿No es más patológico seguir deseando que concuerden?