lunes, julio 16, 2007

BERLIN

Lessingsrasse

Paseo en bicicleta por la rivera del Spree. Caen unas gotas minúsculas que son más brisa que lluvia. Atravieso el camino de piedra y silencio. Frente a mí una pareja avanza con el ritmo de los antiguos bailes de salón, como una balsa que se esfuerza en romper las olas. Tal vez pudiera adivinarse una sonrisa cómplice, tal vez podría inferirse el amor, las noches de genitalidad y alegre tortura en los breves, casi invisibles momentos que cruzan la mirada. No hablan. No se toman de la mano. Respetan su espacio vital de metro y medio de diámetro. Es muy temprano. Es julio. Pero el cielo parece una rata que suda y se sacude. Cada uno con su paraguas contra el cielo: bóveda, cápsula, carpa protectora. Y avanzan con el rostro tranquilo, sin prisa, sin pasión, elegantemente, asépticamente.

***

Papel alle.
No hay ruido. No hay música. No hay carcajadas ni besos ni gritos. En los coches un autómata solitario sujeta el volante. Los peatones, atados a sí mismos, fijan la mirada en los rostros que se cruzan, sin preocupación, sin interés hormonal o antropológico (una mirada limpia, desnuda, fugaz).

Mi bicicleta salpica a los paseantes. ¿Se habrán dado cuenta?